La medianoche estaba cerca cuando Juanfran se acercó al punto de penalti de San Siro. En el lado rojiblanco se agitaban banderas para ahuyentar los fantasmas del pasado, esos que remitían a Hans-Georg Schwarzenbeck y al minuto 93 en Lisboa. El lateral tenía la responsabilidad en sus botas, pero lo que no sabía es que peleaba contra monstruos invisibles que nada tenían que ver con los palos o con Keylor Navas. Mientras Juanfran se dirigía a la portería no era consciente de que tenía que enfrentarse a la gloria del Madrid en Champions, al mito del eterno perdedor, al demonio del pupas rojiblanco.
Ni siquiera el aquelarre del Cholo Simeone ha podido acabar con los espíritus que rondan el Calderón. El técnico argentino parecía tener el remedio para los males atléticos, el conjuro para desterrar la leyenda, para ser el Cruyff del Atlético de Madrid y cambiar para siempre la historia del club. Las vidas de Juanfran y de Simeone se entrelazaron en ese cuarto penalti, ése que ya forma parte de la crónica negra del club.
Antes los rojiblancos habían vivido la noche mágica ante el PSV, el sufrimiento ante el FC Barcelona, el milagro en el partido de vuelta ante el Bayern de Múnich. Era normal que soñaran, que creyeran que este año sí, que la historia iba a ser diferente. Pero no tuvieron en cuenta el peso de los mitos, de los propios y de los de su rival.
Porque no hay peor enemigo que el Real Madrid para terminar con la tradición del perdedor. Los blancos han nacido para ganar Copas de Europa en los momentos buenos y en los malos. Su historia se cimienta sobre Di Stefano y la fe inquebrantable en la victoria. Si el Atlético es el eterno perdedor, el Real Madrid es el ganador perpetuo. Mal compañero de viaje para reescribir una autobiografía.
Así que cuando Juanfran llegó al punto de penalti no tenía nada que hacer. Ya había sucumbido a la cultura perdedora rojiblanca. No me señalen por ser determinista, pocas cosas son tan claras en el fútbol como los mitos sobre los que se construye cada club. Juanfran mandó el balón al palo y perpetúa así la historia. Cristiano mandó el suyo al fondo de las mallas y agranda aún más la leyenda blanca. Seguro que el Atlético de Madrid tendrá otras oportunidades, otro aquelarre en el que deshacerse de su propia leyenda, pero, mientras tanto, tendrá que reconocer que ni siquiera el Cholo puede espantar al demonio. Que incluso él ha sido devorado por la historia.