Bessonova era diferente. Su elegancia combinaba con un fuego interior inusitado. Ninguna gimnasta hasta el momento ha igualado su capacidad competitiva, su fe en sus posibilidades, su confianza en ella misma. Año tras año el oro se le escapaba entre las manos ante la mirada severa de las jueces, poco dadas a ir contra el imperio establecido de las rusas. Ni siquiera los errores de Kapranova hacían que Bessonova se alzara con el primer cajón del podio. Pero ella no perdía nunca su sonrisa, apoyada siempre en un público que la adoraba, que veía en esta ucraniana la capacidad de resistencia contra los poderosos.
Los neófitos en el mundo de la gimnasia deben entender que en este deporte tan competitivo las pasiones se elevan hasta el infinito. A principios del siglo XXI estabas con Bessonova o contra ella. Y qué les voy a decir, yo era pro Bessonova.
Así que si me dicen Mundial de Patras, sonrío de oreja a oreja con un poco de maldad. Porque allí, en el 2007, cayó el imperio. La gimnasta ucraniana había ido de menos a más con las mazas, la cinta y la cuerda, siempre con una sonrisa picarona en la cara cada vez que recibía una nota. El aro, ese aparato con el que nos enamoró a todos gracias al 'Lago de los Cisnes', era lo único que la separaba de su deseado oro mundial. Necesitaba una gran nota. Necesitaba hechizar a los jueces, mantenerlos alejados de la influencia rusa, conseguir por una vez que la vieran de verdad. Necesitaba 18.600. Salió con fuego en sus enormes ojos almendrados, la barbilla alta, los hombros atrás y el ruido ensordecedor del pabellón. Lo que pasó a continuación forma parte ya de la historia de la gimnasia rítmica.
Bessonova se creció como solo hacen los grandes, los ganadores. Cuando cayó sobre el tapiz con la última nota de su ejercicio, el mundo había cambiado. Se quedó allí unos segundos entre la risa y el llanto antes de levantarse, lanzar un beso a las jueces y caminar con paso seguro hacia la silla donde debía esperar la puntuación. Tras un eterno minuto Bessonova se llevó las manos a la cabeza. 18.650. Aquella perdedora ucraniana de rasgos gráciles y elegancia innata había derribado el imperio ruso con un aro.
Nunca más volvió a conseguirlo. Se le cerraron todas las puertas cuando Kanaeva hizo su entrada en la gimnasia y con sus contorsionismos volvió a forjar la leyenda rusa. Pero ya todo daba igual. Para Bessonova siempre quedará Patras, su aro y el inconformismo de los perdedores.
Muy interesante y encima muy bien escrito. Para que se sepa que hay historias interesantes en el deporte fuera del futbol.
ResponderEliminarMuy interesante y encima muy bien escrito. Para que se sepa que hay historias interesantes en el deporte fuera del futbol.
ResponderEliminarMuchas gracias Javier por tus palabras. El objetivo de este blog es bucear en lo que de verdad hace especial al deporte.
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