sábado, 30 de enero de 2016

La vida de los héroes olvidados



Cada 365 días los héroes olvidados saltan a la pantalla de nuestros televisores y a las portadas de los periódicos gracias a las competiciones de selecciones. El balonmano vuelve a nuestras vidas gracias a unos jugadores que luchan a contracorriente en un mundo que se ha derrumbado a nivel nacional. Solo el Barcelona aguanta el empuje de los grandes equipos europeos, mientras que el Naturhouse La Rioja de Jota es una gota esperanza en un mar de quiebras, de equipos desaparecidos y del sueño incumplido de una liga Asobal grande entre las grandes. Pero ellos siguen ahí. Inmutables a la crisis que recorre España. Unos han emigrado, otros se resguardan en el Barça, pero todos guardan su capacidad competitiva sin erosionar. 

Y así a través de las ruinas de un deporte desaparecido, los integrantes de la selección han creado un mundo fantástico, imposible de creer si miras alrededor. Como increíble es que este equipo nacional defienda un estilo de balonmano que parece en vías de extinción. Menos físico, más creativo, menos duro, más imaginativo. 

Por eso tienen que verlos mañana a las 17:30 ante Alemania. España defiende su juego, la capacidad de sus jugadores para sobrevivir a la catástrofe y mantener a la selección entre los mejores del mundo. Puede que ellos jueguen para ustedes, pero ustedes les deben verlos, ponerse delante del televisor a animar a la contracultura. Por favor, no se lo pierdan.
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lunes, 18 de enero de 2016

Mi reino por ser un 'red'


Hoy es lunes y el Liverpool perdió ayer contra el Manchester United. Una desgracia como otra cualquiera si no fuera porque por primera vez en mucho tiempo los 'reds' tienen un entrenador a la altura de su leyenda. Jürgen Klopp me hace olvidar que el equipo que en otro tiempo simbolizó el fútbol con mayúsculas hoy está en manos de americanos desalmados, sin capacidad para comprender lo que este club representa.

Mi amor por el Liverpool es inexplicable. Ni siquiera había nacido cuando aquel equipo endiablado conquistaba la Premier y la Liga de Campeones a finales de los 70. Pero fue amor a primera vista. De ese que no cambian ni los títulos ni los jugadores que vienen y van. Puede que este club no regrese nunca a las glorias del pasado, ya que representa un fútbol en declive, aquel que ponía el juego por encima de la marca global. Una locura en este siglo XXI en el que los equipos ingleses son el juguete predilecto de las grandes fortunas.

Pero volvamos al principio. Hoy es lunes y el Liverpool ha vuelto a perder en una espiral que parece nunca va a tener final. Y yo, que nunca he deseado ser un hombre y mucho menos ser futbolista, daría mi reino por ser un 'red'. Si por un día pudiera vestir una camiseta y jugar en un estadio, no dudaría: sería la del Liverpool en Anfield, uno de los pocos vestigios míticos que quedan en una Gran Bretaña entregada al mercantilismo deportivo.

Allí, entre paredes desconchadas, viejas instalaciones y fantasmas venerables encontraría la felicidad. Anfield. Si lo repiten varias veces en alto puede que comprendan el significado casi místico de estas siete palabras. Anfield, donde Bill Shankly vive para siempre. Anfield. Bajar sus escaleras escuchando 'You'll never walk alone' con la camiseta bien pegada al pecho. Y tocar con la punta de los dedos, por si acaso se desvanece, el 'This is Anfield' que marca la entrada al césped verde entre la hinchada roja. Un reino que bien vale un minuto en tierra 'red'. Pero hoy es lunes y el Liverpool ha vuelto a perder. Y yo nunca seré para mi desgracia, un futbolista en Anfield.
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martes, 12 de enero de 2016

La leyenda del corredor maldito



Pocos deportes resultan más embriagadores que el ciclismo. La épica y el dolor se envuelven para ofrecernos un espectáculo de superación protagonizado por esos deportistas espigados y fuertes, decididos a no ceder nunca ante la carretera. Los ciclistas son de otra pasta. Y dentro de los ciclistas, los escaladores son especiales. Y dentro de los escaladores, José María 'Chava' Jiménez fue el más singular de todos. Solo un hombre como él podía tener la capacidad de dividir a España en dos mitades, los que lo adorábamos y los que lo odiaban, a finales de los años 90. Reacio a las órdenes de equipo, capaz de lo mejor y de lo peor, su leyenda de corredor maldito, siempre indómito, ha llegado hasta nuestros días. No todos los ciclistas pueden decir lo mismo.

Para comprender al Chava hay que viajar hasta la fría mañana de 1999 en la que la palabra Angliru empezó a formar parte de nuestro vocabulario gracias a La Vuelta. Asturias se desperazaba entre la niebla, la lluvia y el frío, en un día desapacible que parecía convocar todos los miedos del pelotón. El vaho que salía de las bocas en la línea de salida se congelaba para pasar a formar parte de la niebla que impedía la vista. El agua había convertido la carretera en una peligrosa enemiga mientras las rampas del Angliru afilaban sus repechos. Los ciclistas se miraban inquietos, atentos a cualquier desliz que pudiera acabar con sus esperanzas de ser los primeros en inscribir su nombre en la cima. Pero no el Chava. Él era diferente. Preparado para días como aquél, se agarró a la bicicleta para hacernos pasar una de las tardes más memorables del ciclismo patrio.

Ni siquiera el perfecto despliegue de TVE podía con las condiciones climáticas, que habían desatado un infierno en el comienzo de la ascensión. La señal de las motos se caía constantemente y cuando llegaba, ninguno éramos capaces de distinguir nada entre la densa niebla que cubría la carretera. Pero sí podíamos oír. Y entre la espesura blanca que se extendía escuchábamos a las miles de personas jalear a un ciclista que parecía una sombra a la caza de Tonkov, cabeza de carrera desde hacía varios kilómetros. Nadie sabía las diferencias, los metros que los separaban, pero el atronador rugir de los aficionados insinuaba que no eran muchos. El Chava estaba cerca y olía la sangre.

Pocos corredores han tenido su arrancada, su ataque seco, contestatario contra el poder establecido. Ninguno ha tenido esa capacidad para enamorar sin grandes vueltas en su haber. Muchos aficionados se mofaban diciendo que el Chava era el corredor de los niños, inconscientes tal vez del hecho de que ése era el mayor de los halagos. José María nunca midió sus fuerzas, jamás supo controlarse, siempre atacó sin medida y sin decoro. Para lo bueno y para lo malo, él siempre saltó sin red. Con la imagen trasera de Tonkov y el público enfervorizado se recortó entre la niebla la silueta del Chava Jiménez. Pocas veces en mi vida he saltado del sofá tan alto como aquella tarde.

Pedalada a pedalada el del Barraco había dado caza al ruso de técnica perfecta y ahora se abalanzaba a por la victoria entre la espesura. Muchos de los que abarrotaban la llegada ni siquiera pudieron verlo, tal vez intuir sus ganas, su descaro y la violencia del último ataque a un Tonkov desconcertado. La gloria del Angliru será siempre para el Chava, amante de la vida al límite y emperador de un ciclismo de otro tiempo.

Solo pasaron cuatro años entre aquella victoria maravillosa y su muerte en una clínica madrileña, donde esperaba recuperarse de una depresión que jugaba con él al ratón y al gato, dejándolo ir para luego atraparlo más fuerte. Su temprana retirada nos dejó huérfanos de valientes alocados, de hombres con alma sin miedo a la carretera, de inconscientes ciclistas sin otra meta que la gloria. Aquella tarde de 1999 todos deseamos ser José María 'Chava' Jiménez para poder afrontar la vida con la mitad de coraje que él ponía sobre la bicicleta. Aquel día todos quisimos formar parte de la leyenda de este corredor maldito.

https://www.youtube.com/watch?v=VOd5RoYI0E8

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